La violencia no se detiene con violencia, sin embargo, esta vez ya era muy tarde para lograrlo, no tengo salida, ante situaciones como esta no hay opción, vives o mueres...si tan sólo hubiera escuchado.
Todo comenzó una noche de verano, Jacobo, Mario, Mercedes y yo salimos a caminar y tomar un café, habíamos ido de vacaciones a la playa, todos estábamos felices en aquel momento, Jacobo era tierno, inteligente, travieso, respetuoso y le encantaba la naturaleza, todo lo contrario a Mario, quizá debido a su inmadurez. Mercedes, una mujer de carácter firme, bien educada con clase, difícil de conquistar, tenía sentimientos puros por Mario, lo que la volvía sumisa ante él; ante los ojos de su amado ella era su musa, su delicada dama y luminosa hada, ¿cuántas veces no se lo repitió?
Su noviazgo había comenzado mal, y más que algo serio parecía un juego, (con tantos problemas tontos y sesgados de la realidad). Aunque, cuando todos dieron por muerta esa relación, un resplandor de esperanza se hizo presente y lograron quererse. Para Jacobo fue un disparo a quemarropa, pues, deseando que algún día Mercedes se fijara en él, ella nunca imaginó el cariño que tenía por su persona, pero con el paso del tiempo se resignó con tal de verla feliz, tanto se desvivía por ella que permitiría ser sacrificado por su sentir.
Caminábamos alrededor de un parque, era de noche, buscábamos un lugar donde refugiarnos de los hambrientos mosquitos.
-Sam, ¿aquí está bien?- me preguntó Mercedes
-¡Ah!, claro Mercedes- le respondí
Todos teníamos ya 16 años y como la última en cumplirlos había sido ella, nos pidió celebrarlo en la playa; el mesero llegó y comenzó a tomar las órdenes.
-Yo quiero un mokachino para llevar y que…- dijo Jacobo sin poder terminar la frase, pues Mario se levantó y le tapó la boca.
-Es para tomarlo aquí- le respondió Mario
-Sí, disculpe, yo quisiera un frapuchino de moka blanco- interrumpió Mercedes con voz tímida mirando a Mario asustada.
-Ven, vamos unos momentos al pasto Jaco- Mario jaló a Jacobo suavemente con una mirada seria esta vez. Mercedes emitió un suspiro de alivio
-¿Qué sucede?- pregunté, ella se notaba rara desde hace unos días, pero evitaba preguntar para no tener problemas. Mercedes me envió una mirada vacía y de infelicidad.
-Ha estado actuando extraño últimamente…- contestó señalando a Mario, que se movía junto a Jacobo hacia un lugar alejado de nosotras, donde no pudiéramos escucharlos.
-Mmmmm, ¿extraño por qué?- pregunté intrigada
-No quiero decirlo porque se lo prometí, pero, después de todo eres mi amiga así que…, mira lo que intento decir con extraño es que ha estado muy violento recientemente- Mercedes me miró fijamente
-¿Qué te hizo?- instantáneamente concluí que algo “violento” conllevaba a una agresión física o psicológica.
-Bueno, ya sabes todo lo que hace y como se lleva, ¿no?-
-Claro que lo sé, pero quien me interesa eres tú- ella jaló aire como si se estuviera hundiendo en un barco a punto de sumirse en el inmenso mar, acto seguido se aproximo a mí y tomó con fuerza mi brazo.
-La semana pasada estuvo insultándome, no sé, creo que ha estado tomando mucho en este viaje- el comentario me tomó por sorpresa, ella no se habría dejado, lo que me sacó por unos momentos de mis casillas.
-¡¿Porqué no me dijiste antes?!- susurré enojada.
-Porque me había rogado que no hablara de esto con nadie-
Era comprensible que estuviera asustada, cuando Mario se alteraba, ni su novia podía calmarlo, temblaba y su mano estrujaba tan fuerte mi brazo que parecía que mientras me contaba lo sucedido recordaba cada insulto, detrás de esa ansiedad había algo oculto que ella no me contaba.
-¿Te ha golpeado?- dudó unos instantes y la fuerza con la que me sostenía creció.
-No…- musitó, pero su cara me decía algo diferente, ya lo había hecho, de menos la habría dado una bofetada, seguro le apenaba mucho tener que contar algo como eso, pero no logré descifrarlo en ese momento.
-Ya lo hizo, ¿verdad?- de pronto Jacobo golpeó la mesa, sorprendiéndonos a las dos, -¡Jacobo!- grité sobrecogida, él emitió un sonido burdo y mudo, estaba serio, enajenado, como si algo hubiera pasado, de inmediato volteé y observé a Mario.
-¿Qué le dijiste?-él se encogió de hombros y negó con la cabeza, no me había dado cuenta pero Mercedes ya había soltado mi brazo, dejando una marca roja y tenue, los cafés llegaron y todos comenzamos a cenar, Jacobo.
No habló durante toda la velada, miraba fríamente a Mario, en cuanto a él, sólo dirigía de vez en cuando una que otra mirada furtiva con cinismo.
-¿Qué se traen ustedes dos?- pregunté cansada de solo escuchar el siseo de Mario, Jacobo se alzó de la mesa y dejó su café.
-Necesito hablar contigo Mercedes- ella alzó una mirada turbia a Mario, algo no andaba bien y eso lo molestaba.
Jacobo la jaló antes de que pudiese hablar, los ojos de éste no mostraban el mismo carácter dulce, esta vez, dentro de sus profundas pupilas había algo, un monstruo encadenado que necesitaba salir… -vamos- Jacobo la arrastro con él, Mario en seguida se levantó de su asiento.
-Mario, deja que hable con ella-éste me volteó a ver con tremenda cólera en el rostro.
-No voy a permitir que ese vago hable con ella asuntos en donde no le llaman- respondió con furia y sequedad en la voz lo que me indicó que estaba alterado y muy rabioso por lo que decidí acompañarlo para poder hablar yo con él.
Jacobo se había llevado a Mercedes casi a rastras al cuarto del hotel donde dormían él y Mario juntos.
-¿Qué sucede Jacobo?- preguntó alarmada Mercedes
-¡Ya dime de una buena vez qué es precisamente lo que te ha hecho Mario!- Mercedes se estremeció, quizá algo le había contado Mario que no había sido de su agrado… -¡Mercedes!- exclamo Jacobo enfurecido
-Él no me ha hecho nada malo-
-Claro que lo ha hecho…- Jacobo se acercó a ella con aires violentos y tomó su brazo con tal fuerza que la comenzó a lastimar, -¿no reconoces esto?, ¿¡eh!?- dijo él con ojos colapsados mientras le mostraba uno de los moretones que tenía en su brazo.
-Jacobo me lastimas...-
-¡Cállate!- exclamó furioso propinándole una bofetada, Mercedes se extrañó ante el comportamiento de su mejor amigo, por primera vez la había golpeado, entonces Jacobo vio una oportunidad para redimirse y aprovechar el momento, estaban solos, no podía entrar nadie al cuarto, era momento de descargar su furia y deseo en forma de castigo hacia su cruel y dulce veneno, Mercedes; se desabrochó la cremallera, Mercedes lo miró asustada.
-¿Qué vas a hacer?- pregunto, Jacobo sólo se limitó a reír y se abalanzó sobre ella con rudeza, estaba a punto de abusar sexualmente de su amiga, Mercedes intentó escapar pero Jacobo no se lo permitió, tenía más fuerza que ella.
-¿Es esto lo que hizo él? o, ¿acaso te golpeó mientras lo hacía?, recuerda Mercedes, tú eres solo mía- Mercedes empezó a llorar, entonces irrumpió Mario en la habitación.
-¡¿Qué rayos…?!- Mario se aproximó a Jacobo, pero él tomó a Mercedes del cuello, yo llegué un poco más tarde, cuando Jacobo ya tenía un cuchillo reposando en la yugular de mi amiga...
-¡Jacobo!, ¿Qué estas…?- miré aterrorizada a éste
-Cállate- me acerqué a él pensando en que quizá podría bajar el cuchillo pero en vez de eso sólo conseguí un fuerte golpe en la mejilla.
-¿Por qué?- Estaba confundida ante el comportamiento de Jacobo
-¿Creíste que era una dulce palomita Samanta?, yo Jacobo… una dulce palomita, ¿qué no te dijo esta niña lo que le he estado haciendo?- entonces, hasta ese momento comprendí lo que sucedía, el gesto de Mercedes, ese que no entendí, significaba que no era Mario el que la golpeaba a pesar de que todo lo señalara a él, Jacobo.
Se acerco a mí, -Mario no puede moverse, está paralizado del miedo, no quiere perderte a ti y a Mercedes, no es tonto, sabe lo que hace - Mario estaba completamente petrificado, no sabía cómo reaccionar mientras veía como Jacobo tomaba a las dos, éste alzó el cuchillo apuntándome mientras sofocaba a Mercedes con el brazo, -yo creo que es mejor si termino con mi dolor- el cuchillo se movió en mi dirección, si tan sólo hubiera escuchado bien…si sólo lo hubiera hecho no estaríamos en esta situación, lo único que pensé en ese momento fue: “PERDÓNAME Mercedes”, sólo eso, cuando de pronto se escuchó un disparo, Jacobo cayó adolorido al suelo y un policía se acercó a mí, habían escuchado todo el escándalo y por suerte llegaron en buen momento, Jacobo ahora estaba en el suelo tirando sangre, de pronto Mercedes corrió y me abrazó.
-¿Estás bien?- interrogué
-Si…pero ¿por qué…?- Jacobo se carcajeó.
-Porque la amo demasiado- Jacobo sonrió entre dientes, solo mentía…
Estadísticas actuales indican que cada 35 minutos se recibe una llamada telefónica para recabar denuncias por violencia doméstica y tan sólo en la ciudad de México, siete de cada 10 mujeres son agredidas por su pareja, o por su ex esposo en el hogar, el 90% de los casos solicitaron la intervención de la policía, para ser liberadas de una paliza, insultos o malos tratos en el domicilio conyugal. ¡Di no a la violencia a las mujeres!, y si eres una de ellas, has que el cambio sea real, ¡denúncialo!
Muy bueno, aunque lo admito siento como si todo fuera demasiado rápido
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